Un desesperado llamado de auxilio de Cándido Mansilla, un padre de la etnia wichí, permitió que las fuerzas antinarcóticos desmantelaran lo que el hombre consideró el “principal proveedor de paco, marihuana y pasta base” de su comunidad.
El lugar de expendio de las sustancias ilícitas se encuentra casi en medio de las comunidades Sachapera, Lapacho, El Arca, La Mora, donde viven wichis, tobas, chiriguanos, chulupíes y guaraníes. La zona fue noticia semanas atrás porque allí vivían varios de los niños muertos por desnutrición semanas atrás.
La venta de drogas tiene a los niños, jóvenes y adolescentes aborígenes y criollos atrapados entre sus redes. Como muy pocas veces sucede, un padre aborigen cuyo hijo de 12 años cayó en el consumo de paco, decidió denunciar “algo que es por todos conocidos, pero mis hermanos tienen miedo”.
“Yo también tengo temor pero si tengo que dar mi vida para que mi hijo y los demás chicos se salven de la droga y para que detengan a esta persona, estoy dispuesto a hacerlo”, expresó visiblemente conmovido Cándido, de 40 años de edad, quien junto a su esposa y a 7 chicos vive en la comunidad La Mora, 3 kilómetros al este de Tartagal. El hombre presentó la denuncia contra una mujer que vive en un barrio ubicado al costado de la ruta 86, la semana pasada.
“Hace tres días que mi hijo no viene a dormir; ni su madre ni yo podemos dominarlo a pesar que tiene sólo 12 años. Los chicos de las comunidades aborígenes que van a comprar drogas a ese lugar son muchísimos pero también van chicos criollos”, relató.
“Todos los padres sabemos quién vende la droga a nuestros hijos pero todos tienen temor de denunciarlos con nombre y apellido”, aseguró el hombre quien sostuvo luego que “si seguimos con miedo nunca vamos a proteger a nuestros hijos de estos delincuentes”.
El aborigen, con total firmeza, relató que “esta mujer -que anda en una motocicleta negra- es conocida por la policía y ellos mismos me dicen que estuvo detenida un tiempo pero que el juez le dio la libertad. No tengo nada contra la Justicia pero no puedo creer que permita que alguien venda drogas y mate a nuestros hijos a plena luz del día, porque en ese lugar la droga se vende a toda hora”.
Cándido que es oriundo de la comunidad wichí kilómetro 14 explicó que su mayor temor es que su hijo salga a robar cuando ya no tenga qué entregarle a esa mujer a cambio. “Tengo miedo que caiga detenido, que lo maten cuando entre a alguna casa. Cómo puede ser que nadie haga algo. Ni los caciques aborígenes, ni las autoridades hacen algo para que los que venden droga deje de hacerle tanto daño a nuestros hijos. No podemos seguirnos quedando callados porque tenemos miedo”./ El Tribuno
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